Querida amiga:
Cuantas veces desearía despertar... O despertar en tus brazos... Pero me siento temeroso, temeroso del porvenir, o temeroso del día de ayer; escribo esta carta y no tengo idea de en qué momento podrás leerla...
Cuando lo hagas, y para entonces quizá este en otra ciudad, o quizá me haya desvanecido en la frágil línea del tiempo; pero en ese momento sabré que lo has leído, no sabré ya sobre tus afectos o deseos, y a decir verdad esa es la idea que me atormenta aún más, más que el ahora poder confesarte mis afectos...
Para mañana cuando raye el alba, cuando se tiñan en rosas y violetas las nubes, yo... Yo podría imaginar de mil maneras el verte; verte en la desnudez y en el espectro multicolor del arcoíris de tus mil prendas, en el reflejo del agua en la bañera o en el dorado que se cuela sobre las cortinas de la alcoba...
Me gustaría dejarte un beso en la frente antes de salir al mundo, antes de ir a enfrentar la rudeza del día a día, estoy seguro que eso puede hacer un gran día.
¿Sabes? Mucho tiempo he reflexionado en ello, aunque te he mentido; pues ya habías visitado muchos de mis sueños... Y jamás te he contado sobre ello.
Pues la verdad, sé que aún soy demasiado joven y el tiempo se va... Se me va de entre las manos, se filtra por los dedos... Y se va en un suspiro...
Pero lo que no quiero, es después tener que explicarle a mis melodías... A mis poemas si algún día te vas... Pero, sin embargo... Seríamos inmortales... En cualquier caso... tu y yo…
"Espero no ahuyentar tu alma... Solo espera y siéntate un poco más junto a mí, disfrutemos esta taza de café y miremos el atardecer"
¿Mañana estará todo mejor?... Sé que sí... Al menos puedo contar con su melodía... Con su voz... y su oído para atenderme, a decir verdad, no deseo perder sus afectos o su amistad, pues de todo lo que uno puede poseer, la amistad es invaluable.
Y es que lo sabes, me fascina la melodía, así como tu compañía.